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Una encrucijada entre derechos fundamentales, leyes del siglo pasado y gigantes de la tecnología

En el plano del derecho internacional, pactos, declaraciones y convenciones, dejan asentado el derecho de toda persona a buscar, recibir y difundir informaciones e ideas de toda índole, a través de cualquier medio y sin limitaciones de fronteras. Además, se consciente que ninguna persona podrá ser molestada a causa de sus opiniones.
Sin embargo, el ejercicio del derecho a la libertad de expresión encuentra su límite en el respeto a los derechos o a la reputación de los demás, además de la satisfacción de las justas exigencias de la moral y la protección de la seguridad nacional, el orden público, y de la salud y el bienestar general de la sociedad democrática en la cual se desarrolla.

Siguiendo este razonamiento, y entendiendo las nuevas formas de producción y distribución de información en la web 2.0, nos encontramos ante un cambio sustancial en la organización de la información disponible, su acceso y distribución. Si en la web 1.0 la comunicación se realizaba de uno a muchos, en la web 2.0 cada usuario es capaz de generar y sostener sus propios procesos comunicativos, influenciando directamente su interrelación con los demás grupos sociales. Es la sociedad quien se convierte en la auténtica gestora de la información que circula a través de las plataformas sociales, pero también de la desinformación. Lo que se entiende como una sociedad del conocimiento, desde el punto de vista de una transformación social y tecnológica, nos pone ante la encrucijada del límite a la libertad de expresión en redes sociales, el acceso a la información verídica y, en contraposición, la información falsa. A través de las redes sociales se crean comunidades virtuales, los usuarios se relacionan y se informan, coordinan acciones y generan espacios de encuentro. La identidad on-line se va construyendo a través de qué decimos, qué hacemos, pero más importante aún: qué consumimos.

¿Dónde está el derecho y dónde está el deber y la obligación? La libertad de expresión e información por cualquier medio constituye un aspecto fundamental para el funcionamiento adecuado de cualquier democracia representativa. Entonces, ¿cómo deberían funcionar las redes sociales?

Recientemente, el ex presidente de Estados Unidos, Barack Obama se presentó ante una multitud en la Universidad de Standford para demostrar su compromiso con la lucha por la desinformación en el país. “Hay gente muriendo por la desinformación”, enfatizó durante el encuentro, refiriéndose las noticias falsas sobre las vacunas contra el Covid-19, así como también a las campañas de desinformación promovidas por Rusia a través de las cuales la gente no logra discernir qué es cierto y que no. También hizo un pedido público para actualizar, e incluso reforzar, la regulación de las redes sociales -Facebook, Twitter y YouTube- que se han convertido en fuente de mensajes extremistas, discursos de odio, además de teorías conspirativas, propaganda y noticias falsas. Anteriormente, durante una conferencia en la Universidad de Chicago, el ex mandatario también había mostrado preocupación por la erosión de los valores democráticos y civiles que se estaba promoviendo con Internet.

En su largo discurso ante el centro de Seguridad Cibernética de Stanford, Obama se refirió a la Sección 230 de la Ley de Decencia de las Comunicaciones de 1996, que forma parte de una ley de telecomunicaciones más amplia. Este apartado representa un recurso legal que ampara a las compañías tecnológicas, librándolas de cualquier tipo de responsabilidad legal por el contenido que se publica en ellas. ¿Qué representa esta sección? Implica que ningún proveedor o usuario de un servicio informático interactivo será tratado como el editor o hablante de cualquier información proporcionada por otro proveedor de contenido de información. Por lo tanto, las empresas del Silicon Valley quedan protegidas ante la posibilidad de ser demandas. La interpretación legal de la sección 230 también permite que las plataformas sociales moderen sus servicios eliminando publicaciones que, por ejemplo, sean obscenas o violen los estándares propios de los servicios, siempre que actúen de “buena fe”. ¿Podemos decir que habría cierta arbitrariedad? Podría ser. ¿Podemos decir que se limita la libertad de expresión o que se está incumpliendo el deber y la obligación que deviene de tal derecho? Podrían ser ambas.

No olvidemos que la Sección 230 también fue motivo de debate durante la ex presidencia de Donald Trump. A pocos meces de comenzar la campaña para su reelección, durante el 2020 su lucha contra las redes sociales -sobre todo contra Twitter, uno de sus principales medios de comunicación con el pueblo americano- se intensificó. En mayo de aquel año el Trump había firmado una orden ejecutiva para limitar la inmunidad de las redes sociales ante las consecuencias legales de los contenidos que publican los usuarios después de que Twitter calificara dos tweets como potencialmente engañosos. “Las grandes tecnológicas hacen todo lo que les permite su considerable poder para censurar de cara a las elecciones de 2002. ¡Nunca sucederá!”, expresó en aquel entonces. Cabe destacar que no fue únicamente Trump, también los demócratas argumentaron que Twitter, Facebook y otras plataformas de redes sociales, abusaron de la protección otorgada por la Ley.

Siguiendo estos pasos hoy los legisladores en Washington no parecen alcanzar un acuerdo sobre el tema ya que, según especialistas, un cambio legislativo podría afectar la libertad de expresión, blindada por la primera enmienda de la Constitución. Recordemos que Joe Biden también arremetió contra las plataformas que permitieron la difusión de falsedades sobre el Covid-19 durante el 2021. Los republicanos, por su parte, acusaron a las empresas de reprimir la libertad de expresión al censurar las voces conservadoras, sobre todo el expresidente Donald Trump, a quien se le prohibió el acceso a Facebook y Twitter tras los disturbios en el Capitolio el 6 de enero de 2021.

Volviendo a los orígenes de este artículo, ¿cuál es el rol de Barack Obama contra la desinformación? La Fundación Obama en Chicago se convirtió en el vehículo para mantener el trabajo público después de dejar la casa blanca. A lo largo del tiempo el ex mandatario se reunió con directores ejecutivos de empresas de tecnología, además de contar un cuerpo de académicos experimentados en desinformación en una variedad de campos en todo el mundo. Si bien se reconoce como un “absolutista” de la primera enmienda, reconoce la necesidad de mayor transparencia y regulación para con los discursos en línea y las empresas del Silicon Valley. Ahora, siguiendo su más reciente aparición en Stanford, el foco está puesto en el uso de las redes como “armas estratégicas contra países democráticos” por Putin, a quien describió como un autócrata que “armó el etnonacionalismo a través de la desinformación, librando campañas de odio contra los opositores domésticos, deslegitimando la democracia misma. Y, por supuesto, intensificó tales esfuerzos como parte de su guerra en Ucrania”.

Para concluir, los invitamos a reflexionar de qué lado de la Sección 230 están: ¿de quién es la responsabilidad en el caso de la desinformación: el usuario que la emite o las redes sociales que no lo regulan? ¿la libertad de expresión en las redes sociales atenta contra los valores democráticos?