Luis Quinteros: “Cuando empezaron los tiros solo le pedí a Dios que me diera fuerza porque yo también me tenía que defender”
A 31 años de la Guerra de las Malvinas, Luis Quinteros, ex soldado conscripto, cuenta cómo le cambió la vida y lo describe como un aprendizaje que lo acompaña en el día a día. Con 19 años y a 2 días de recuperar la condición de civil nuevamente, Luis Quinteros, soldado conscripto quien integraba el Regimiento Patricios, se enteró que debía ir a la guerra. “A mediados de abril se agotaron todas las instancias de negociación posible y entonces fue cuando se empezaron a movilizar las unidades con órdenes de guerra”, cuenta el ex combatiente.
¿Cómo fue el momento en el que te dijeron que tenías que ir a Malvinas?
No me lo olvido más: fue la noche del 13 de abril durante mi guardia en el actual Ministerio de Defensa, a dos días de que pudieran darme de baja. Tuve amigos que recibieron su documento por haber cumplido con el servicio militar obligatorio y al día siguiente lo tuvieron que volver a presentar.
Muchos tuvimos que despedirnos de nuestros familiares por teléfono porque las cuatro horas que nos daban para ir a nuestras casas y volver al cuartel no alcanzaban.
De todos modos, en ese momento no había a quien quejarse, el verticalismo era absoluto. Era como una reducción a la servidumbre. Se recibían órdenes y negarse a cumplirlas costaba muy caro. Por ejemplo, la pena para un desertor en tiempos de guerra era el fusilamiento.
Por aquel entonces, el Regimiento Patricios era escolta del Comandante en Jefe del Ejército y, por tal condición, no se movilizaba. Entonces, ¿por qué se los convocó?
El jefe se dirigió a sus superiores pidiéndoles que se incluyera al Regimiento Patricios ya que éste había participado de todas las gestas patrióticas de la historia, como las Invasiones Inglesas y las Guerras por la Independencia. Por tal motivo, se conformó una compañía de 250 personas. No todos fueron y a los que no pudieron ir les quedó un sabor amargo.
¿Cómo se vivió entre tus compañeros el hecho de tener que ir a la guerra?
Uno a los 19 años tiene cierto grado de inconciencia y todos queríamos pasar a la historia como lo hicieron los gauchos de Güemes que, con 15 años, durante las Guerras de Independencia, derrotaron al ejército godo, el más poderoso sobre la tierra.
También sabíamos que existía una situación política bastante complicada tanto en Argentina como en Gran Bretaña. Ambos gobiernos estaban yéndose a pique y necesitaban un golpe de efecto por lo cual la guerra era previsible.
¿Cuál considerás que fue ese golpe de efecto?
Hay un episodio que es el símbolo claro del posicionamiento político de Margaret Tatcher en Gran Bretaña: el hundimiento del crucero General Belgrano.
Los británicos habían impuesto unilateralmente una zona de exclusión: 200 millas náuticas alrededor de las islas. El barco argentino navegaba fuera de esa zona cuando fue torpedeado, lo que acabó con la vida de 323 tripulantes. A partir de ese momento, no hubo vuelta atrás.
¿Qué opinás de la propaganda que se instaló en Argentina en ese momento?
No puedo entender a quienes critican que se haya dicho que estábamos ganando; en tiempos de guerra la propaganda es fundamental. El espionaje es constante, entonces uno no puede decirle a su gente que está perdiendo porque es levantarle la moral al enemigo. Los yankees, por ejemplo, hacen lo mismo a través de sus películas porque convierten las derrotas en triunfos.
¿Cómo fue estar frente a frente con el enemigo?
El miedo está presente todo el tiempo pero te puedo asegurar que lo peor que hay es el compás de espera; teníamos al enemigo a siete kilómetros y lo único que hacía era pedirle a Dios que me diera fuerzas.
Delante nuestro había una posición de comando que entró en combate el 11 de junio a las 7 de la tarde. Cuando éstos fueron superados, los ingleses vinieron por nosotros. Ver que estaban llegando fue terrible. Combatimos desde las 9.30 de la noche hasta las 4 de la mañana, cuando tuvimos que replegarnos por falta de municiones a un monte que estaba a tres kilómetros. Desde nuestra posición fuimos testigos del combate más sangriento que terminó por la madrugada del 12 de junio.
En Monte Longdon murió uno de nuestros compañeros y otro fue gravemente herido. Cuando cae algún amigo, te soy honesto, ahí ya no te importa nada.
¿Qué diferencias había con Gran Bretaña?
Los ingleses, en ese momento, eran la tercera potencia del mundo, sus armas eran más sofisticadas. Sin embargo los combates fueron parejos. Además, tuvieron el apoyo satelital y el abastecimiento de combustible por parte de los Estados Unidos y la información en cuanto a las posiciones argentinas que les brindó Chile.
De todos modos, quienes nos condujeron a la guerra eran todos generales de escritorio, no tenían idea de qué se trataba. Llegó un momento en el que no teníamos ni comida ni municiones. Fue vergonzoso.
El ex soldado cuenta lo impactante que fue haber visto flamear de nuevo la bandera británica en la casa del gobernador tras la firma de la capitulación el 14 de junio. “Nosotros nos dirigíamos a Puerto Argentino con la idea de soportar el embate final, a esa altura del partido no teníamos otra cosa en la cabeza”, relata. A su vez, afirma que el momento más humillante fue tener que entregarle el arma al enemigo, porque sintió que estaba defraudando a su patria.
¿Qué pasó después del acuerdo de cese de fuego?
A partir de ese momento, quedamos prisioneros de guerra y nos confinaron a unos galpones en donde nos dieron de comer. Después nos trasladaron en unos lanchones al buque británico Canberra que estaba en alta mar. En ese momento creí que nos iban a tirar en medio del océano.
Una vez que estuvimos los 5000 prisioneros en la cubierta de la ciudad flotante, los oficiales de inteligencia británica nos interrogaron uno por uno y nos asignaron un lugar donde dormir. Algunos fueron a la bodega y otros a los distintos camarotes que tenía el barco.
Tras cinco días de negociaciones a nivel diplomático, llegamos a Puerto Madryn y en ese momento nos dimos cuenta de que todo había terminado, sólo quedaba el dolor.
¿Hubo algún conflicto durante el viaje?
No. Si eras soldado recibías un trato un poco mejor, es más, a bordo del barco pude hablar con uno de los oficiales ingleses y recuperar las cartas que me habían mandado. No te voy a mentir, una gran cantidad de sobres tenían el famoso sello que decía “censura militar”, es decir que parte de su contenido había sido tachado.
El único enfrentamiento que se produjo en alta mar fue cuando el soldado Sergio Vainro del Regimiento Tres de Infantería, pidió permiso para tocar el piano y, alentado por los demás, entonó las estrofas del Himno Nacional Argentino. Todos estábamos de pie cantándolo pero en cuanto nos escucharon los guardias, éstos pusieron fin al espectáculo.
¿Te quedó alguna secuela de la guerra?
El único problema que tuve fue que, debido al tipo de suelo y clima, se me congelaron las extremidades inferiores y estuve un tiempo bastante largo sin tener sensibilidad de las rodillas para abajo. Esto se conoce como pie de trinchera.
Después están las secuelas psicológicas que tiene cualquier ex combatiente, por ejemplo la falta de sueño o las pesadillas recurrentes. Este tipo de cosas, te aseguro, enloquecen a cualquiera; yo por suerte pude formar una familia pero tengo compañeros con severos problemas de alcoholismo, violencia familiar y drogas.
¿Fue peor la posguerra?
Los primeros tiempos son muy difíciles, por suerte no llegué a tal estado de angustia que te lleve a tomar decisiones drásticas pero la pase muy mal. Al volver estuve encerrado en mi habitación y solo salía para comer.
Para mí fue peor la posguerra, hubo una situación de abandono y de olvido durísima. Nosotros tenemos más compañeros suicidados que muertos en combate. Al volver no nos importaban ni los diplomas ni las medallas, lo único que necesitábamos era contención por parte del Estado y no la tuvimos. Cuando uno iba a pedir trabajo lo primero que le preguntaban era si habías ido a Malvinas y decir que si equivalía a que te vieran como un tipo peligroso y no te lo daban.
Por otro lado, la misma situación la sufrimos quienes queríamos seguir con nuestras carreras universitarias. Al momento de irme estaba estudiando agronomía en la Universidad de Buenos Aires; ésta, una vez terminada la guerra, emite una resolución diciendo que se iba a considerar la situación de aquellos que por circunstancias de público conocimiento no habían podido asistir a clases, pero eso no pasó. A la semana de haber vuelto mando la carta correspondiente y la respuesta de mi decano fue que yo no podía especular con haber servido a la patria y me dejó libre.
¿Volverías o volviste a las islas?
Sí, en el 2010 viajé a las islas con seis compañeros. No te puedo describir con palabras la emoción cuando vas en el avión y ves a las islas desde arriba, pero después aterrizas en una base militar británica y se te va todo al tacho. Una vez allá recorrimos todas las posiciones en donde habíamos estado, el cementerio británico que está en San Carlos y, especialmente, el cementerio de Darwin donde yo considero que están los verdaderos héroes de esta historia. Éramos seis tipos y un silencio absoluto, nadie habló.
Cuando comenté que iba a volver, muchos me dijeron que estaba yendo a cerrar un círculo pero para mí ese círculo se cerrará el día que esté otra vez la bandera argentina flameando en las Islas Malvinas.
El ex combatiente se describe como un consumista de la cultura inglesa, no obstante, conceptualmente hablando, los considera enemigos porque le están robando a la Argentina sus riquezas.
¿Creés factible una segunda guerra?
No, de todos modos considero que esto tiene que resolverse diplomáticamente como siempre debió ser. Como argentino propondría un boicot a todas las empresas británicas que hay en el país pero hoy en día tenemos dentro de la población una serie de personajes que son anglófilos.
¿Qué opinas de los kelpers y su decisión de ser británicos?
Cuando se firmó el plebiscito me dio mucha bronca porque los kelpers están siendo muy ingratos con el país que les dio todo cuando Gran Bretaña los olvidó. Hasta el año 82 todo lo que tenían en materia de salud, educación y comercio lo recibían de Argentina. Puedo aceptar que quieran ser británicos siempre y cuando ellos acepten que viven en territorio argentino.
Luis Quinteros, a sus 50 años, no se considera un héroe sino que se refiere a sí mismo como un soldado que cumplió dignamente con su deber. Considera héroes vivos al soldado Oscar Poltronieri del Regimiento Seis de Infantería, quien se enfrentó él solo a 200 ingleses permitiendo que sus compañeros se replieguen y a Ignacio Bazán, soldado de la Armada Argentina, quien se arrojó al Atlántico Sur sin saber nadar para salvar a uno de sus compañeros.
Como ciudadano argentino y ex combatiente, ¿qué esperas para el futuro?
Yo no creo que pueda ver las Malvinas con la bandera argentina, pero quisiera que mi hija sí las vea y pueda decir “mi viejo peleó por algo”.
Post a comment